Klgo. David Pinto Cortés
Diplomado en Unidad de Paciente Crítico
Kinesiólogo UPC del Hospital Metropolitano
Holanda 060, las ruinas del Hospital Militar, los escombros de una mudanza y el inicio de una pandemia. Esas fueron las condiciones iniciales y el lugar que nos ha dado cobijo durante dos años, con nueva fachada, logo y un nombre ya conocido: Hospital Metropolitano.
“La primera línea” es el nombre utilizado coloquialmente para llamar a los profesionales de la salud, quienes en tiempos de pandemia nos arriesgamos en momentos en que incluso desconocíamos las consecuencias de contagiarnos. Adentrándonos en esa “primera línea”, me gustaría dar un reconocimiento a los profesionales que actúan, donde la mayor parte de los humanos se bloquean, a los miembros de un equipo de intensivo y en este caso en especial, a los kinesiólogos.
A la cenicienta del equipo multidisciplinario le tocó brillar con luces propias. Cada hospital y clínica, a lo largo y ancho de nuestro país, solicitaba o requería de la presencia de kinesiólogos dedicados al intensivo en sus unidades. Profesionales que se hicieran cargo o ayudaran con la terapia ventilatoria en los momentos más agudos y que rehabilitaran oportunamente a cada una de las personas que lograban salir adelante. Es acá donde se gesta el primer problema y que se replicó en gran parte del mundo. La cantidad de profesionales con la experiencia y la práctica para afrontar este desafío en las Unidades de Paciente Crítico (UPC), era menor que lo que la pandemia solicitaba.
Me saco el sombrero ante todos aquellos profesionales, que, contando con mayores pergaminos, se pusieron a la altura de las circunstancias, y que al igual que todos, sin descansar, tuvieron además una labor docente mediante mesas técnicas, jornadas, protocolos, visitas en terreno y recomendaciones. Asimismo, no debemos olvidar a todos aquellos que, sin la experiencia, pero con dedicación, se ganaron un puesto, y que hasta el día de hoy, son parte de este equipo al cual llamamos equipo intensivo.
Respecto a lo técnico, no agregamos terapias innovadoras, ya que los ventiladores mecánicos no han mutado durante la pandemia, como si lo hizo el virus. Las estrategias utilizadas no es que sean vanguardistas, sino más bien sufrieron un proceso de evolución natural. Otras que ya tenían bases bien cimentadas terminaron por consagrarse. Volvimos a la fisiología para solucionar las incógnitas que se nos presentaron en el camino, y retornamos al sendero de la individualización de la terapia, dejando atrás algunas fórmulas que con anterioridad considerábamos añejas.
En relación a lo humano, muchas vidas fueron salvadas, pero otras también se apagaron. Cuando el concepto de humanización tomaba más auge en la UPC, llegó el momento que obligó a suprimir la visita de familiares y limitó al máximo el contacto con los pacientes. A su vez, la mayor parte del personal se vio en la obligación moral de cubrir dobles jornadas, sin descanso, y con una carga que parecía no disminuir, pero que ya después de dos años, parece ir retornando a la normalidad.
Las lecciones que nos ha dejado este periodo son incontables, al igual que sus interrogantes, sin embargo, no cabe duda que la pandemia permitió visibilizar el rol de la cenicienta de los equipos de intensivo, el del kinesiólogo.